Ante la negativa,
decidió raptar su pasión,
encerrarla bajo siete, ocho y nueve llaves.
Confiscó todo lo que le rodeaba,
a pan y agua le dejaría,
y su reclusión se hizo costumbre.
El captor del sentimiento,
intentó entablar un diálogo,
fue en vano, la pasión estaba en otro lado.
De nada sirvió el encierro,
No estuvo tras las rejas mucho tiempo,
Sedujo a su captor.
¿Quién padece de síndrome de Estocolmo?
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Fin
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